El océano ha sido, desde tiempos ancestrales, un símbolo de eternidad, paz y conexión espiritual. Muchas culturas alrededor del mundo lo veneran como un lugar sagrado, donde la vida y la muerte se entrelazan en un ciclo infinito. Su inmensidad inspira tranquilidad, y sus aguas en movimiento nos recuerdan que, aunque algo termina, siempre hay un nuevo comienzo.

Elegir el mar como el lugar para un descanso eterno es más que un acto simbólico; es una forma de honrar a nuestros seres queridos en un espacio donde su memoria fluya con las olas, lejos del bullicio del mundo y en armonía con la naturaleza.